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Semana Santa en Linea

Semana Santa en Linea

Rompecabezas 02

Que tan bueno eres para los rompecabezas, arma el siguiente rompecabezas en el menor tiempo posible.

Ten un momento de sano esparcimiento agilizando tu mente.

La Fiesta de Guatemala
Autor: Fernando Barillas Santa Cruz

Jesús de los Milagros

 Guatemala es un país de permanentes contradicciones. Una nación rica donde la mayoría vive en condiciones de pobreza; cuna de un Premio Nobel de Literatura en un país donde aún predominan elevados índices de analfabetismo; cuna de una Premio Nobel de la Paz en un país altamente polarizado, racista y excluyente... El listado de contradicciones puede extenderse a distintos ámbitos. Sin embargo, existe una en particular que se legitima y fortalece cada año, y que enaltece la fe y la idiosincrasia de las y los guatemaltecos a pesar, incluso, de las tantas discordancias estructurales que caracterizan a nuestra sociedad.

Jesús de la Merced

Cuando nos referimos a una fiesta, inmediatamente se nos viene a la mente alegría, música, comida, diversión, regocijo; una reunión con mucha gente, todos celebrando alrededor de una fecha, una persona o un acontecimiento. Entonces, pareciera absurdo, erróneo, calificar a la Semana Santa de Guatemala como una fiesta, pues a primera vista evidentemente no es una celebración sino una conmemoración, donde se recuerda el martirologio de Cristo, allá en el Gólgota.

Jesús del Rescate

 

Los colores de la época llaman al luto y la penitencia; no hay música estridente sino marchas fúnebres; no existen grandes banquetes, sino pescado y curtido en señal de abstinencia. No hay diversión, sino reflexión y recogimiento espiritual.

Jesús de la Parroquia

No obstante, a estas alturas del siglo XXI la Semana Santa se ha convertido en una tabla de salvación para la transculturizada identidad guatemalteca, y aunque sus devotos han ido inyectándole elementos, prácticas y estilos propios de la vida globalizada actual, sigue conservando aún mucho de lo propio y tradicional del chapín.

 Jesús de la Parroquia

Refirámonos a las evidencias. Salvo algunas excepciones, tanto cucuruchos como expectadores presencian y acompañan los cortejos de la ciudad capital –y algunos de La Antigua Guatemala- más con alegría que con actitud penitencial. El entorno, con ventas callejeras que ofrecen diversidad de alimentos, juguetes y productos, se asemeja a una feria patronal y, a veces, el jolgorio de la multitud es tal, que sólo llega a silenciarse con la fuerza de los instrumentos de viento y percusión de las bandas de músicos.

Jesús del Consuelo

El morado penitente se mantiene, pero no escapa a la vista el afán de los cucuruchos de “tacuche” por lucir las mejores prendas, corbatas y mancuernillas, cual si fueran a la boda del año. Innegable es también el uso de la tecnología, a decir, la multiplicación de fotógrafos aficionados y la utilización de teléfonos móviles para documentar el paso de las procesiones, pese a las reiteradas prohibiciones y llamamientos de las asociaciones de Pasión.

Jesús de la Parroquia

Estos y otros factores no necesariamente denotan que esté muriendo la naturaleza religiosa de la tradición. Pero lo que sí evidencia es que para los guatemaltecos la Semana Santa se ha constituido en una fiesta, su fiesta. La estricta disciplina religiosa está hoy más en manos de las hermandades que en las de los cucuruchos, en tanto que estos últimos parecen disfrutar con más alegría la práctica de su tradición. No necesariamente han hecho la fe a un lado, pero evidentemente la Semana Santa la viven como una festividad, que esperan con ansias durante todo el año.

Cristo de la Preciosa Sangre

Visto como un fenómeno social, es muy importante que los elementos característicos y vitales de la Semana Santa de Guatemala se mantengan fuertes. Por ejemplo, la elaboración de alfombras, huertos y altares respetando la línea altarera tradicional de mediados del siglo pasado se mantiene y se fomenta; la interpretación de marchas fúnebres y el gusto por las mismas se incrementa, incluso por encima de la afición por la marimba. Las filas de inscripciones de devotos y las que se forman para acompañar los cortejos aumentan masivamente cada año.

Jesús de San Bartolo

Y es ahí, en las filas de cucuruchos, donde las contradicciones que nos caracterizan como país parecen superarse; incluso tolerarse. Aún desfila el letrado atrás del iletrado, el rico atrás del pobre, el indígena atrás del ladino e, incluso, el heterosexual delante del homosexual, detalle último que se hace notar con más fuerza hoy en los cortejos, a pesar de la postura contraria de la propia Iglesia en torno a ese tema.

Jesús de los Milagros

Por ello es importante que la Semana Santa sea Patrimonio Cultural de la Nación, porque sigue construyendo coincidencias más que diferencias, porque es capaz de adaptarse a los nuevos tiempos y a las condiciones sociales y económicas que enfrenta el país, aun de las circunstancias y los dogmas. Porque nos hace parecer más tolerantes e incluyentes y porque, a pesar de todo, la figura del Redentor sigue ahí, presente, como la razón que da origen a la tradición.

Jesús del Consuelo

Quizás debiéramos ponernos la túnica morada a lo largo del año para dar ese paso de reencuentro, tolerancia e inclusión que tanto nos hace falta como sociedad.

Jesús de la Parroquia

La Real Academia la Lengua Española define una fiesta como el día en que se celebra alguna solemnidad nacional, o el día que la Iglesia celebra con mayor solemnidad que otros. Siendo así, nuestra contradicción de vivir la Semana Santa como una fiesta, la fiesta nacional, no es tan ilógica.

Jesús de la Merced

La Semana Santa de Guatemala es Patrimonio Cultural de la Nación. Falta convertirla en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Es la tarea pendiente.

Jesús de la Indulgencia

Semana_Santa_Patrimonio_Cultural

Sentido del Adviento

 

El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?

Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (...) el niño ‑ Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.

Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo.

 

Alegraos en el Señor

Alegraos, una vez más os lo digo: alegraos”. La alegría es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ahí donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegría, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión. Pero sería falso traducir las palabras: «Alegraos en el Señor» por estas otras: «Alegraos, pero en el Señor», como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente «alegraos en el Señor», ya que el apóstol evidentemente cree que toda verdadera alegría está en el Señor, y que fuera de él no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegría que se da fuera de él o contra él no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aquí se nos hace saber que la verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegría del mundo. Pues nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra vida auténtica.

Así se echa de ver que los dos cuadros laterales del tríptico de Adviento, Juan y María, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez más, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón y la salvación de Dios. Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como una especie de diversión de carnaval».

 

Estar preparados...

«En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...” Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos a nuestra vocación y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».

 

Juan el Bautista y María

Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».


Palabras del Cardenal Joseph Ratzinger sobre el Adviento

 

Baktun 13

El 21 de diciembre del año 2012 marca el final de una era y el inicio de una nueva era en el calendario maya.

El Trece Baktun, la era del cambio, del conocimiento, de la reconciliación y la paz, es la oportunidad que todos los guatemaltecos tenemos de forjar un mejor futuro para las presentes y próximas generaciones.

Esta es una oportunidad para hacer cambios positivos que beneficien a la población, contribuyendo al desarrollo integral de nuestra gran nación Guatemala, de la región de Centroamérica, del Caribe, de América Latina y del Mundo.

Es una oportunidad única en 26,000 años que todos los astros del universo se están alineando y que somos dichosos de vivir en esta época, así también estamos iniciando una nueva era de 5,200 años en la cual alcancemos la paz, la armonía, se genere más inversión y desarrollo y por ende una mejor calidad de vida en el ser humano.

Según expertos, durante los 20 años posteriores al 21 de diciembre del año 2012, la especie humana tendrá mayor claridad mental y social para resolver sus conflictos.

El fin del Trece Baktun y el inicio de una nueva era deben enfocarse a que Guatemala sea el punto de encuentro para iniciar un nuevo ciclo con armonía, espiritualidad y valores.

Este acontecimiento es una oportunidad única para posicionar a Guatemala en el exterior como el Corazón del Mundo Maya y el principal destino cultural de todo el mundo.

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Es el momento para que todos los sectores trabajemos en equipo para alcanzar el desarrollo económico y social que todos los guatemaltecos anhelamos, pero también es importante que este evento sea para el mundo de nosotros los guatemaltecos.

El cambio de era implica cambio de mentalidad, cambio de actitud, generación de confianza, factores que necesitamos para encaminar a Guatemala en la Senda del Desarrollo.

La formación de la niñez y juventud es fundamental para que se conviertan en personas emprendedoras, desarrollar líderes que en un futuro cercano conduzcan los destinos de nuestros países.

Todo lo relacionado con el 13 Baktun tiene un trasfondo espiritual que habla sobre romper paradigmas, cambio, renovación, cambio de conciencia, un nuevo ciclo, etc.  Las mujeres son parte necesaria para poder emprender ese cambio: 

Primero, porque son el eje fundamental en la familia y son quienes normalmente imparten la educación en el hogar. Segundo, son las administradoras del hogar. Tercero, hoy la mujer tiene mucho más participación política que antes y tiene una voz y se expresa con menos miedo que antes.  Nuestra nueva Vice Presidenta es una mujer y eso se puede aprovechar, sin mencionar las otras grandes mujeres que forman parte activa también en la vida política del país.

Según la cosmovisión maya al inicio de la era de 5,200 años que finaliza el 21 de diciembre del año 2012, sucedió una era de luz, una era de claridad una era de desarrollo, la cual tiene que volver a repetirse nuevamente, esto significa que los seres humanos tenemos la oportunidad de cambiar la situación actual, mejorar la producción agrícola, más inversiones que generen empleos e ingresos para que en la sociedad haya desarrollo económico y social, pero sobre todo desarrollo humano.

Galería de Personajes de la Semana Santa Guatemalteca

Mario Alfonso Ruata Asturias (03/091920 + 15/08/1994)

Por: Lic. Juan Alberto Sandoval
Entrevistas realizadas por el autor entre 1990 y 1994.

Jesús de los Milagros


Durante la década de los años 1950-1960, las procesiones con las que se conmemora anualmente la Semana Santa en Guatemala experimentan profundos cambios e innovaciones que contribuyeron a su suntuosidad y solemnidad. Puede decirse que a partir de esa década, uno de los signos característicos de los cortejos procesionales fue la grandiosidad.

Entre los promotores de estas innovaciones se encuentra a Don Mario Ruata Asturias. Fruto de su creatividad e imaginación fue el engrandecimiento de las andas que portan a una de las imágenes más queridas para el pueblo de Guatemala como lo es Jesús de los Milagros, que se venera en la Iglesia de San José, en la Nueva Guatemala de la Asunción. 

Durante su gestión como presidente de la Asociación de devotos cargadores de la referida imagen, fue transformada la procesión del domingo de ramos, cambiando su corpus estructural incorporando el escuadrón de romanos que acompañan el cortejo, integrado por devotos que desfilan revestidos a la usanza de los soldados romanos de la época, quienes portan la Cruz alta parroquial flanqueada por dos ciriales, el pliego de la sentencia a muerte de Jesús emitida por el procurador Poncio Pilatos con su escolta de lanceros y los cuadros de las estaciones del Vía Crucis con los estandartes de la agrupación, además interpretan fanfarrias que abren el paso del cortejo.

En el campo de las artes gráficas incorpora la tecnología de vanguardia al imprimir en full color, estampas con oraciones, turnos para los cargadores y carteles con fotografías a todo color de la imagen, cuyas fotografías fueron captadas por connotados artistas guatemaltecos, entre los que destaca don Ricardo Mata, cuyo prestigio trasciende a nivel mundial.

Paralelo a la transformación de la procesión, don Mario y su grupo de colaboradores que posteriormente descollaron como dirigentes en otras hermandades, procuraron llevar el conocimiento de nuestras tradiciones cuaresmales hasta un mayor número de personas y despertar el aprecio por las mismas, al producir el programa radiofónico informativo de la Asociación en los que se reproducían discos de marchas fúnebres que, bajo su auspicio, habían sido producidos grabando las principales marchas fúnebres de la Semana Santa Tradicional, en especial, las dedicadas a Jesús de Los Milagros, siendo un pionero en este campo, lo que le permitió a los asociados deleitarse escuchando estas producciones discográficas en cualquier momento.

Jesús de los Milagros


Para integrar a los devotos de dicha imagen al estado de recogimiento espiritual, instituye la Procesión del silencio, tomando como modelo la procesión de Vía Crucis que los frayles Franciscanos realizan desde el templo de San Francisco hasta la ermita del Calvario en la Antigua Guatemala, a partir de la media noche, con la participación exclusiva de caballeros, procesión en la que participó los años que don Mario residió en la Antigua Guatemala, trasladándola al contexto urbano citadino de la nueva Guatemala de la Asunción, misma que durante su desarrollo, era acompañada, únicamente por una caja de redoble y un clarín que interpretaba el toque de silencio, de allí su nombre. Con el tiempo esta procesión fue extinguida y en su lugar se realiza otra en la tarde del Jueves de Ceniza, llamado también primer jueves de cuaresma, acompañada de marchas fúnebres, en la que se sigue meditando las estaciones del via Crucis.

Sin duda Don Mario realizó su obra más relevante a través de la Asociación de Jesús Nazareno de los Milagros de San José, sin embargo, también aportó al desarrollo y engrandecimiento de otras hermandades de forma directa o como colaborador.

Gestionó el préstamo de las andas y otros elementos para ser utilizados en las procesiones de la Recolección, coordinó la Comisión de Consagración del Señor Sepultado de Santo Domingo, cuyo memorable recuerdo quedó plasmado en el Disco “Consagración”, álbum doble, en el que interpretan selectas marchas fúnebres los maestros solistas de la Banda Marcial de Guatemala, dirigidos por el Maestro de Músicas militares, Capitán Rafael García Reynold´s.

Jesús de los Milagros



Cuando entregó el cargo de Presidente de la Asociación de Jesús de los Milagros, fue invitado por el encargado general de la Asociación de Jesús de la Merced, Don Carlos Olivero Nelson, invitación que no aceptó, sin embargo, en deferencia, al celebrar Don Carlos Olivero sus 50 años al frente de dicha entidad, Don Mario Ruata le obsequió un disco que se produjo en tan grata ocasión titulado “Disco de Oro”, ilustrado con la imagen de Jesús Nazareno de la Merced, cuya producción marcó toda una época, siendo el principal referente musical de la segunda mitad del siglo XX.

En el ocaso de su vida fue un mecenas de las tradiciones cuaresmales, colaborando materialmente con hermandades de la Antigua Guatemala, tales como San Cristóbal el Bajo y Santa Ana.

Uno de los últimos reconocimientos que recibió, le fue entregado por los integrantes de una entidad conformada por personas afines a las tradiciones de la Semana Santa y cargadores de distintas asociaciones, denominado “Consejo Pro-Tradiciones Cuaresmales”, en fecha 24 de julio de 1994 en el Teatro de Cámara del Gran Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. Además realizaron un concurso de fotografía con su nombre.

El 15 de agosto de 1994, falleció Don Mario Ruata, acompañado de esposa e hijos, en su residencia ubicada en la Zona 10 de la ciudad de Guatemala.

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MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2012

«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.


Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.


1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).


La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.


El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011
BENEDICTUS PP. XVI

Jueves De Corpus Christi

 Jueves*, después de la Solemnidad Santísima Trinidad
*(Donde esta solemnidad no es precepto, se celebra
el domingo después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad )

«Mi carne es verdadera comida,
y mi Sangre verdadera bebida;
el que come mi Carne, y bebe mi Sangre,
en Mí mora, y Yo en él.» 
(Jn 6, 56-57)

 Corpus Christi Catedral 01

Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad , que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.

 

 El Espíritu Santo después del dogma de la Trinidad nos recuerda el de la Encarnación , haciéndonos festejar con la Iglesia al Sacramento por excelencia, que, sintetizando la vida toda del Salvador, tributa a Dios gloria infinita, y aplica a las almas, en todos los tiempos, los frutos  extraordinarios de la Redención.   Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.

 Corpus Christi Catedral 09

  La Hostia santa se convierte en «trigo que nutre nuestras almas». Como Cristo al ser hecho Hijo recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su eterna vida uniéndose a Jesús  en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario.

 

 Esta posesión anticipada de la vida divina acá en la tierra por medio de la Eucaristía , es prenda y comienzo de aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque «el Pan mismo de los ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos» (Concilio de Trento).

 

 Veamos en la Santa Misa el centro de todo culto de la Iglesia a la Eucaristía , y en la Comunión el medio establecido por Jesús mismo, para que con mayor plenitud participemos de ese divino Sacrificio; y así, nuestra devoción al Cuerpo y Sangre del Salvador nos alcanzará los frutos perennes de su Redención.

 Corpus Santa Catarina 36

 

Alaba, alma mía, a tu Salvador; alaba a tu guía y Pastor con himnos y cánticos.

Pregona su gloria cuanto puedas, porque Él está sobre toda alabanza, y jamás podrás alabarle lo bastante.

El tema especial de nuestros loores es hoy el Pan vivo y que da Vida.

El cual no dudamos fue dado en la mesa de la Sagrada Cena a los doce Apóstoles.

Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma.

Porque celebramos solemnemente el día en que este divino Banquete fue instituído.

En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua nueva de la Nueva Ley pone fin a la Pascua antigua.

Instruídos, con sus santos mandatos, consagramos el pan y el vino, que se convierten en Hostia de salvación.

Es dogma para los cristianos, que el pan se convierte en carne, y el vino en sangre.

Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza.

Bajo diversas especies, que son accidente y no sustancia, están ocultos los dones más preciados.

Su Carne es alimento y Su Sangre bebida; mas todo entero está bajo cada especie.

Se recibe íntegro, sin que se le quebrante ni divida; recíbase todo entero.

Recíbelo uno, recíbanlo mil; y aquél le toma tanto como éstos, pues no se consume al ser tomado.

Recíbanlo los buenos y los malos; pero con desigual resultado, pues sirve a unos de vida y a otros de condenación y muerte.

Es muerte para los malos, y vida para los buenos;  mira cómo un mismo alimento produce efectos tan diversos.

Cuando se divide el Sacramento, no vaciles, sino recuerda que Jesucristo tan entero está en cada parte como antes en el todo.

Ninguna partición hay en la sustancia, tan sólo hay partición de los accidentes, sin que se disminuya ni el estado, ni la estatura del que está representado.

He aquí el Pan de los Ángeles, hecho alimento de viandantes; es verdaderamente el Pan de los hijos, que no debe ser echado a los perros.

 Estuvo ya representado por las figuras de la antigua Ley, en la inmolación de Isaac, en el sacrificio del Cordero Pascual, y en el Maná dado a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero, ¡oh Jesús! apiádate de nosotros. Apaciéntanos y protégenos; haz que veamos los bienes en la tierra de los vivientes.

 Tú, que todo los sabes y puedes, que nos apacientas aquí cuando somos aún mortales, haznos allí tus comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos del Cielo. Amén. Aleluya.

Corpus Santa Catarina 24

Procesión del Corpus Christi  Las procesiones son a modo de públicas manifestaciones de fe; y por eso la Iglesia las fomenta y favorece hasta con indulgencias.  Pero la más solemne de todas las procesiones es la de Corpus Christi. En ella se cantan himnos sagrados y eucarísticos de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico y de la Eucaristía.  Algunos de los himnos utilizados tradicionalmente son:
Pange lengua;  Sacris solemniis;  Verbum supérnum;  Te Deum, al terminar la procesión;  y, Tantum ergo, al volver de la procesión,  en torno del altar para finalizar.

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