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Segunda Reflexión: ¿Quién es el que viene? ¿Para qué viene?

¡Prepárate!

 segundo viernes 01

 Al igual que el domingo anterior se proponía la vigilancia como un empuje de vida; en esta ocasión se nos invita a integrar en nuestra vida la actitud de estar dispuestos, preparados. Esta venida del Señor hay que prepararla. Los textos de este domingo pasado insisten en esta actitud de espera y de preparación. Pero para poder descubrir y experimentar de verdad esta venida, esta presencia, es necesario un terreno preparado

Estar preparados es la llave que abre nuestras puertas al Señor. Preparados significa ver los obstáculos y los candados que hay en nuestra vida para poner remedio y hacerlos desaparecer.

 

 

 

En este tiempo tenemos una tarea importante

La de descubrir qué puertas tenemos cerradas y qué candados ponemos que impiden a Dios y los hermanos entrar en nuestras vidas. El Señor nos propone abrir todas estas cerraduras y Él mismo se nos da como la llave capaz de abrir toda puerta cerrada, a nosotros sólo nos queda estar disponibles, preparados. ¿Qué pasos hemos de dar? ¿Qué “candados” habría que abrir de nuestras vidas y que nos tienen cerrados a esta venida? ¿Cómo hemos de preparar nuestro corazón? He aquí algunas actitudes vitales que nos ayudan a preparar la venida del Señor, a abrir los “candados” y las “cerraduras” de nuestra vida.

Lo primero es creer, es decir, fiarse de Dios, no en otros ídolos o imágenes falsas de Dios; dejarse querer, abrirse al amor, estar dispuesto a abrir la puerta de nuestra casa a la primera llamada del Dios-Amigo; liberarse de los apegos que no nos dejan ser personas; empezar de verdad a compartir pues no tendríamos tantas cosas si supiéramos compartir; amar, como Dios nos ama, pero no sólo a Dios que está en los cielos, sino al que anda por ahí y se le puede encontrar en cualquier calle o en cualquier casa, al Dios permanente encarnado, al Dios más cercano, al Dios más visible, al Dios más necesitado.

Esta preparación de los caminos del Señor es lo que llamamos “Proceso de Conversión”. Ser cristianos supone vivir en clave de constante reforma, dispuestos a cambiar todo aquello que no permite que el Señor se haga presente en nuestras vidas.

 

¿Cuáles son las puertas cerradas de tu vida?

¿Por qué están cerradas? ¿Cómo se pueden abrir?

¿Cómo puedes preparar la venida del Señor?

¿De qué candados te has de liberar?

 segundo viernes 02

Adviento, tiempo de Cristo: la doble venida

Preguntémonos: ¿Quién es el que viene? y ¿para qué viene?

En seguida encontramos la respuesta a esta pregunta. Hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta que se utilizaba como establo para el ganado.

Esto lo saben los niños, lo saben también los adultos que participan de la alegría de los niños y parece que se hacen niños ellos también la noche de Navidad. Sin embargo, muchos son las interrogantes que se plantean. El hombre tiene el derecho, e incluso el deber, de preguntar para saber. Hay asimismo quienes dudan y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su alegría.

Precisamente para esto disponemos del tiempo de Adviento, para que podamos penetrar en esta verdad esencial del cristianismo cada año de nuevo.

El sentido litúrgico del Adviento se mueve, en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano: la espera de la Parusía o Segunda venida del Señor, revivida con los textos del AT que anunciaban al Mesías y la perspectiva de Navidad que renueva la memoria de alguna de estas promesas ya cumplidas aunque si bien no definitivamente.

El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Cor 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20), que se encuentra también en la Didaché, y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”. Todo el Adviento resuena como un “Marana-thá” en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia.

La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana:

El tema de la espera del Mesías y la conmemoración de la preparación a este acontecimiento salvífico toma pronto su auge en los días feriales que preceden a la Navidad. La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros Padres en la Fe, patriarcas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el pequeño núcleo de los anawim de Yahvé (los pobres de Yahvé) que está allí para esperarle: Zacarías, Isabel, Juan, José, María.

El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página del Antiguo Testamento, del Génesis hasta los últimos libros Sapienciales. Es vivir la historia pasada vuelta y orientada hacia el Cristo escondido en el A.T. que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y una espera de Cristo que viene.

segundo viernes 03

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