¡Que suenen las marchas!
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¡Que suenen las marchas!
Autor: Fernando Barillas Santa Cruz
“Sos un engasado”.
“Vos sí que estás loca; oyendo eso en noviembre”.
“¡Estás enfermo mano! ¿¡Qué te pasa?!”
Si te han dicho esto es porque seguro has estado escuchando marchas fúnebres a lo largo del año, ya sea en tu casa, en tu habitación, en tu carro o en el trabajo. O porque, quizás, en las redes sociales donde interactuás subís a cada rato links de marchas o fotos de los cortejos procesionales.
Es probable que la mayoría de las veces no te importó. Es más, hasta te pareció halagador que te otorgaran tales calificativos, pues sabés bien que quien te tilda de esa manera no sabe lo que significa vivir y sentir la Semana Santa como vos sabés vivirla. Y es que es inevitable dejarse arrastrar por la nostalgia, que surge prácticamente desde el lunes de Pascua, cuando ya estás de vuelta al trabajo después de las agotadoras jornadas de los días grandes.
Para vos, cucurucho, es urgente que la Semana Santa regrese pronto. Y en tanto ese tiempo llega, te resulta fácil imaginar el calor que aún guardan las andas procesionales tras el sol, el sereno, o la lluvia que recibieron durante el recorrido. Sólo tenés que cerrar los ojos para sentir el aroma del corozo, del incienso y del aserrín; sólo necesitás poner tu mente en blanco para que en ella se reproduzcan las imágenes de la entrada del cortejo que viste desde un sitio privilegiado; o la cuadra que te tocó cargar, donde interpretaron la marcha de tus amores.
Las marchas fúnebres, para quien llega a entenderlas y valorarlas , encierran una magia que activa inmediatamente los cinco sentidos. Te transporta a una calle, a una alfombra, a una cuadra, a un ser querido, a un sabor… a un recuerdo. Y por eso se vuelven tan indispensables a lo largo del año; no importa si es julio, septiembre, noviembre o diciembre. La necesidad de conectarse con la Semana Santa es tanta para el cucurucho, que escucharlas se convierte en un consuelo, un bálsamo para aguantar esa lenta espera, mientras se asoma la Cuaresma.
Suficiente se ha escrito sobre su valor musical e histórico, sobre sus orígenes y sobre su naturaleza meramente guatemalteca. Sabemos que las marchas fúnebres son el género musical originario del país, y que tienen una estructura musical única. Por eso, resulta muy importante no sólo para los devotos, sino para la sociedad guatemalteca en general, que las marchas fúnebres hayan sido reconocidas por el Estado como Patrimonio Cultural de la Nación.
En un acto desarrollado allá, en la Parroquia Vieja de la Santa Cruz el 13 de abril de 2011, fue leído el acuerdo que la declaró como tal. De igual forma, le fue entregada la Orden del Quetzal al barrio de ese templo, que en sus añejas calles, guarda y conserva con entusiasmo muchas de las principales conmemoraciones propias de nuestra cultura popular tradicional.
Así que, la próxima vez que te digan loco, enfermo o engasado por escuchar marchas fúnebres fuera del tiempo litúrgico, no te ofendás. Al contrario, sentite honrado de tener una identidad definida como guatemalteco, como cucurucho, y de formar parte de la principal tradición de este país.